INCENDIO EN EL TEMPLO DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS (1863) Santiago, Chile.
La iglesia de la Compañía de Jesús tiene sus orígenes hacia el año 1593, es decir, cincuenta y dos años después de la fundación de Santiago. Hasta 1863, el edificio sufrió un par de terremotos y otro par de incendios más, el último en 1841. Unos alumnos del Instituto Nacional incendiaron y echaron a volar una lechuza empapada en agua ras. La lechuza, se refugió en la torre, que estaba construida de madera, y empezó el incendio. Pero fue en la noche del 8 de diciembre de 1863 que el incendio que asoló el templo, será recordado hasta nuestros tiempos.
Todo empezó con la última celebración del Mes de María que va del 8 de noviembre al 8 de diciembre. Era una celebración muy apreciada por la sociedad de Santiago y, ese año, se congregaron miles de feligreses, desde la aristocracia hasta las clases más populares. Según crónicas de le época, dentro de la iglesia se congregaron 2.000 almas.
Toda la iglesia estaba iluminada por velas y quemadores de gas. Se habla de más de 7.000 luces dispersas por toda la iglesia, inclusive, sostenidas por globos. En el altar mayor se encontraba una media luna llena debajo de una imagen colosal de la Purísima. Eran las siete de la noche cuando uno de los sacristanes, empezó a encender las velas de la media luna. Lo hacía con un quemador de gas. Y en uno de esos momentos, el quemador de gas se rompió, salió una gran llamarada y empezó a quemar las cortinas y las telas del altar.
El incendio se propagó muy rápidamente por toda la iglesia. Alcanzó la cúpula y el techo de madera pocos minutos después del inicio del incendio. Las ornamentas de trapos y flores artificiales facilitaron la combustión. Muchos de los feligreses eran mujeres y niños. Al ser una celebración especial, las mujeres llevaban puesto el vestido típico de la época, la crinolina, un vestido muy amplio formado por arcos de metal que mantenía hueca las faldas de las mujeres. Este atuendo era accesible a todas las clases sociales y fue origen de multitudes de muertes por incendio en otras partes del mundo. Y en un incendio de las características de la Compañía, fue doblemente devastador.
Los asistentes quisieron huir por las puertas de la iglesia, pero no fueron suficientes. Muchos huyeron por el presbiterio, pero la mayoría de las personas quedaron obstruidas por la avalancha y tropiezos de algunas mujeres a causa de la crinolina. Se apiñaron en los umbrales de las puertas formando murallas humanas, pero era casi imposible sacar a ninguna de ellas debido a que se aferraban unas con ellas con intención de salir del fuego.
Del techo caían trozos de madera que incendiaban los vestidos y media hora después, según cuentan las crónicas, las cabezas de toda persona que se encontraba en el interior de la iglesia, prendía en ellas: “Las llamas se elevaban media vara sobre sus cabezas […] Centenares de personas ardían como trozos de madera comprimidos por una fuerza irresistible”. En una hora, el incendio alcanzó el campanario que sucumbió a la ferocidad del fuego. Quince minutos más tarde, era la torre del reloj la que colapsaba y se hundía. Por último, el techo de la cúpula también colapsó cayendo sobre las cabezas de los asistentes que no pudieron evacuar. El resultado de este desastroso incendio se calcula entre 1.500 y 2.000 personas fallecidas, la mayoría mujeres y niños.
Días después, el 11 de diciembre de 1863, José Luís Claro Cruz, que participó en el rescate de las víctimas, publicó un aviso en el diario El Ferrocarril y La Voz de Chile, haciendo un llamado a las gentes de Santiago para crear el primer cuerpo de bomberos.
La reacción de los habitantes fue tan positiva que, en vez de un cuerpo, se formaron cuatro. Muchos de esos voluntarios perdieron familiares en ese incendio. Y así se fundó el primer cuerpo de bomberos de la ciudad de Santiago de Chile.
Finalmente, mediante el Decreto Supremo de 14 de diciembre de 1863, se acuerda demoler las murallas del incendiado templo de la Compañía y se daban diez días para recoger los cadáveres que aún seguían sepultados por los escombros.
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Iván Matavera
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Profesional y técnico acreditado para la elaboración de planes de autoprotección por la Generalitat del gobierno de Catalunya. Trabaja en el ámbito de la planificación y la gestión de las emergencias desde hace más de 15 años.
Con experiencia laboral en el campo de la protección civil (autoprotección, planes territoriales), informes de evaluación de condiciones de seguridad contra incendio de instalaciones, elaboración y levantamiento de planos en AutoCAD, formación en emergencias y planes de autoprotección, asesoramiento, apoyo y seguimiento en la realización de simulacros, reales o de despacho, entre otros aspectos de la protección contra incendios.
Focalizado también en el comportamiento humano en caso de emergencias, la ingeniería del fuego y el comportamiento del humo y las estructuras.
Actualmente, cursa el Master en Ingeniería y Protección contra incendios en la UNED.