El concepto de pánico en la normativa contra incendios

El concepto de pánico en la normativa contra incendios

 

¿Nos mienten las normativas contra incendios? Reconozco que es una pregunta capciosa. Quizá deberíamos plantear la pregunta de otra forma. ¿Sabemos por qué aplicamos valores dados por la normativa en nuestros proyectos? ¿Nos cuestionamos los valores que se dan por hecho en la mayoría de códigos contra incendios como, por ejemplo, el flujo de personas que pasan por un ancho determinado? ¿Asumen dichas normativas, premisas que dan por hecho que se realizarán en un episodio de incendio? ¿Se tiene en cuenta el comportamiento humano en la redacción de esos códigos?

Sin ir más lejos, la Norma Básica de la Edificación (NBE-CPI-81), propone en su Artículo 7.3 Plan de Emergencia y Equipo de Seguridad contra incendios, que en los edificios exista, como no puede ser de otra manera, un documento que incluya los planos, una organización en caso de emergencia y un documento referente a las actuaciones de los ocupantes en caso de incendio. En este último punto se cita textualmente lo siguiente:

Definición de actuaciones que deberán ser evitadas por los ocupantes del edificio como, por ejemplo, hacer uso de los ascensores, adoptar conductas que promuevan el pánico o que puedan obstruir o inutilizar los medios o vías de evacuación, abrir ventanas o puertas que originen ventilaciones o corrientes de aire que favorezcan la propagación del incendio. etc.

En esta normativa ya aparece la palabra “pánico”. Es una palabra utilizada comúnmente en las normativas desde principios de s. XX, como, por ejemplo, en el código inglés Fire grading of buildings, Part III. Precautions relating to personal safety, de 1952. Pero realmente, ¿sabemos qué es el pánico? ¿O simplemente, utilizamos ese término para analizar un comportamiento que desconocemos o prejuzgamos?

Cuando los medios de comunicación se hacen eco de una emergencia de grandes características, como puede ser un accidente aéreo o un incendio de un edificio de gran altura (EGA), tienden a titular las noticias donde la palabra “pánico” está incluida en numerosas ocasiones. 

Para sacarnos de dudas de qué significa la palabra “pánico”, podemos recorrer al diccionario médico Diagnostic and statistical manual of mental disorders (DSM-5) publicado por la American Psychiatric Association. En su definición de Transtorno de pánico (300.01 – F41.0) dice:

Ataques de pánico imprevistos recurrentes. Un ataque de pánico es la aparición súbita de miedo intenso o de malestar intenso que alcanza su máxima expresión en minutos y durante este tiempo se producen cuatro (o más) de los síntomas siguientes:

 

1. Palpitaciones, golpeteo del corazón o aceleración de la frecuencia cardiaca.

2. Sudoración.

3. Temblor o sacudidas.

4. Sensación de dificultad para respirar o de asfixia.

5. Sensación de ahogo.

6. Dolor o molestias en el tórax. 

7. Náuseas o malestar abdominal.

8. Miedo a morir. 

9. Sensación de mareo, inestabilidad, aturdimiento o desmayo.

10. Escalofríos o sensación de calor. 

11. Parestesias (sensación de entumecimiento o de hormigueo). 

12. Desrealización (sensación de irrealidad) o despersonalización (separarse de uno mismo).

13. Miedo a perder el control o de “volverse loco.”

 

 

¿Es eso lo que les pasa a las personas cuando se enfrentan cara a cara con un incendio? Estudios científicos que empezaron en los años 70 liderados por John L. Bryan, Jonathan D. Sime o Peter G. Wood, demuestran todo lo contrario. Es decir, el comportamiento de las personas es colaborativo, altruista y, sobre todo, racional. Porque el pánico está incluido en un comportamiento irracional, es decir, el individuo rompe con las normas sociales establecidas y se comporta de forma irracional.

Un ejemplo claro de un titular donde las personas saltan de ventanas o balcones porque se ven atrapadas entre el incendio y el vacío, es que dicha persona saltó por miedo o por pánico. Tal y como dice Jonathan D. Sime en su escrito “The concept of panic” dentro del libro Fires and human behavior, de David Canter, nos ayuda a entender ese comportamiento:

 

[…] si una persona expuesta a un incendio que se propaga por una habitación se enfrenta a la disyuntiva de perecer en las llamas o saltar por la ventana, esta última sería una elección racional”. Este tipo de episodios se pudieron ver en los incendios del Edificio Avianca (1973) o, más recientemente, en el colapso de las Torres Gemelas del World Trade Center (2001).

 

Así pues, desde hace más de 100 años, existen códigos y normativas que asumen este tipo de comportamiento humano en sus redactados. Pero no tan sólo eso. Los códigos, tal y como se pone de manifiesto en el punto 2.2. Human Behaviour Assumptions Within Fire Codes and Standards, dentro de Guide to human behavior in fire, SFPE, 2019, asumen que las personas asumirán ciertos comportamientos como, por ejemplo:

  • Serán capaces de comprender una indicación de evacuación.
  • Empezarán a evacuar cuando suene la alarma de incendios.
  • Serán capaces de recorrer las máximas distancias de evacuación asignadas.
  • La gente será consciente de utilizar las diferentes salidas de emergencia disponibles.
  • Las personas utilizarán todo el ancho de las vías de evacuación y salidas.
  • Las personas se distribuirán de forma proporcional a las vías de evacuación asignadas.
  • La gente conocerá las zonas de refugio y estará preparada para utilizarlas.

 

 

Como hemos dicho anteriormente, el código Fire grading of buildings en su Artículo 164 dice lo siguiente:

El pánico en un auditorio puede provocar que la multitud atasque las salidas y cause lesiones por aplastamiento, además de lesiones por incendio. En el tipo de edificio que nos ocupa, el pánico puede afectar tanto a individuos como a grupos. Se pueden perder vidas, por ejemplo, por miedo a utilizar las escaleras en las que hay algo de humo pero que en realidad permitirían salir del edificio con seguridad”.

En tan sólo un párrafo, podemos ver diversas asunciones. La primera y la más importante es que las personas son las culpables de que se queden, por ejemplo, bloqueadas o atrapadas. Ese aspecto es muy importante porque se tiende a revictimizar a la víctima cuando, desde fuera, se analiza lo que ha pasado y se clasifica su comportamiento como un episodio de pánico. Por otro lado, cuando se hace ese tipo de análisis, no se focaliza en las verdaderas causas de porqué las puertas se han bloqueado o porqué la escalera se ha llenado de humo.

 

Hay que poner el foco en el diseño del edificio, en la disponibilidad de las puertas de salida, en el aforo en el momento del incendio… Nunca, repito, revictimizar a la víctima.

 

En segundo lugar, se dan premisas de evacuación que, actualmente, no son admitidas como la evacuación en un recorrido lleno de humo. Cuando se dice “hay algo de humo”, nos podemos preguntar ¿se puede medir el humo en una situación de incendio?, ¿se tiene en cuenta el estado físico de la persona que debe atravesar esa vía de evacuación llena de humo cuando se recomienda ese tipo de actuaciones en un código de incendios?

 

 

Más recientemente, en el National Building Code (2016, Volumen 1), de la India, se hace referencia al pánico en el mismo Prólogo de la normativa:

Esta parte, si bien reconoce que el pánico en un edificio en llamas puede ser incontrolable, aborda el peligro potencial de pánico mediante medidas diseñadas para prevenir el desarrollo del pánico”.

E incluso todavía más recientemente, Brasil ha publicado un Reglamento donde la palabra pánico aparece explícitamente en el título de la normativa: Regulamenta a Lei nº 16.157, de 2013, que dispõe sobre as normas e os requisitos mínimos para a prevenção e segurança contra incêndio e pânico e estabelece outras providências.

 

En definitiva, las normas actuales asumen comportamientos humanos que el estudio, los experimentos y la ciencia del comportamiento humano en incendios han descartado. Por lo tanto, falta mucha pedagogía para cambiar este tipo de asunciones.

 

Otro aspecto que incluyen los códigos es el tiempo de evacuación ideal. En uno de los conversatorios que pude ver que realizó Federico Latosinski, habló de los Golden number o Magical numbers. Esos números o datos están incluidos en la normativa, y escondidos, como dice él. Y, realmente, es cierto. Y uno de esos números mágicos es la cifra de dos minutos y medio (2,5 min.). Eso se podía ver claramente en la NBE-CPI’96 cuando en su artículo 7.4.2 Cálculo señala:

Las fórmulas del articulado se establecen con las hipótesis siguientes:

  1. todos los ocupantes pueden traspasar una salida en un tiempo máximo de 2,5 min

En este caso, esta normativa asume que las personas podrán salir por una puerta en menos de 2 minutos y medio.

Por otra parte, el código Fire gradings of buildings asume que el ancho de ese paso o puerta sea de 0,5 m, dado que esa es la anchura media de los hombros de una persona. Este dato también se asume y se da por bueno en el Capítulo 14 Building Evacuation: research Findings and Recommendations, dentro del libro Fires and human behavior (D. Canter, 1980). Dado que esa anchura es muy estrecha, los códigos tienden a ampliar esa anchura y la estipulan en 0,8 m., que es el ancho estándar de una puerta. Otro dato muy importante que asume este código es el número de personas que pasará por ese ancho, el cual lo determinan en 40 personas, tal y como se estipula en el Artículo 225:

El Código B.I.N.C. establece un caudal de descarga de cuarenta personas por unidad de anchura por minuto”. Y en el Artículo 243 dice:

 

“La mayoría de los códigos no hacen ninguna declaración explícita sobre el tema del tiempo de despeje, pero este factor se controla indirectamente mediante el requisito de la anchura de salida. A este respecto, hay que señalar que, en el caso de los locales de reunión, existe una buena concordancia entre los requisitos de anchura de salida de los distintos códigos que, junto con un índice de evacuación de 40 personas por minuto, dan un tiempo medio de evacuación de 2,5 minutos. Se propone adoptar esta cifra como base de cálculo”.

 

Es decir, si se asume una anchura de 0,5 m. de un adulto estándar y por ese ancho de puerta pueden pasar 40 personas y se asume el tiempo de 2,5 minutos, entonces tendremos que, por 50 cm, pasan 100 personas. Entonces, por 1 m. de ancho pasarán 200 personas, hasta el 1,23 m. de ancho de hoja de puerta permitido, por ejemplo, en el CTE.

En ese mismo Código Técnico de la Edificación (2006), normativa que sustituye a la NBE-CPI’96, esa referencia a los 2,5 minutos ya no aparece. Sin embargo, sigue estando ese tiempo de evacuación ahí escondido, dado que, por cada 0,8 m de anchura, las personas que pueden evacuar por ese ancho son de 160 personas tal y como se puede observar en su dimensionado: A ≥ P / 200 ≥ 0,80 m, donde A es la anchura (m.) y P las personas.

Estas asunciones se han ido arrastrando desde 1911. ¿Y por qué desde 1911 concretamente? La respuesta la encontramos en el incendio del Empire Palace Theatre, de Edimburgo. Un 9 de mayo de 1911 se presentaba nuevamente la función La novia del León, donde el mago Sigmund Neuberger, más conocido como el Gran Lafayette realizaba su espectáculo. Un incendio en el escenario y con un aforo de unas 3.000 personas, causó 11 víctimas. El director de orquesta, que había realizado diversos simulacros y conocía la función que se estaba realizando, sabía que el incendio no formaba parte del espectáculo. En esa época, las funciones finalizaban con el himno nacional del Reino Unido. En aquél entonces, 1911, reinaba Jorge V quien reinó desde 1910 hasta 1936. Por lo tanto, se tocaba “God Save The King”, la duración del cual es de aproximadamente dos minutos y medio.

En este lapso de tiempo, se consiguió evacuar a los 3.000 espectadores de los cuales 11 perecieron en el incendio (9 actores y 1 músico, más el mismo Lafayette quien regresó a rescatar a su caballo y pereció). La mayoría de las víctimas estaban en el escenario o en el backstage. El teatro también disponía de telón cortafuegos, lo cual facilitó la evacuación de los espectadores de platea sectorizando el escenario (origen del incendio) y las demás partes de éste. Eso explicaría el número de víctimas en una parte del teatro y no en otra. A principios del s.XX los telones acostumbraban a ser de amianto. Aunque a partir del incendio en el teatro Iroquois (Chicago, 1903), se prescindió de éste. Otros tipos de telones eran los de tela metálica o los telones de agua, llamados Niágara, que se instalaban en Estados Unidos o Reino Unido.

Así pues, ese tiempo se asumió como todo un éxito de eficacia en el proceso de evacuación para edificios de pública concurrencia. Y el mismo código lo admite en su Artículo 243.

Incluso en la NFPA 101, Código de Seguridad Humana, se puede entrever ese tiempo como margen de éxito en los simulacros de evacuación. Si consultamos el Anexo A 3.3.83 Capacidad de evacuación, en su versión 2024, podemos entrever ese tiempo de evacuación que está ahí escondido:

Los tiempos de los simulacros traducidos en capacidad de evacuación se determinan de la siguiente manera:

  1. Tres minutos o menos = Rápida.
  2. Más de tres minutos, pero sin exceder trece minutos = Lenta.
  3. Más de trece minutos = Poco práctico”.

 

Como hemos visto, son diversos los códigos y normativas que asumen ciertos datos como válidos cuando los hechos ocurridos han pasado, quizá, de forma fortuita. Habría que analizar qué pasó realmente en el incendio del Empire Palace Theatre, qué medidas de protección contra incendios funcionaron o no, qué tipo de organización existía, qué señalización presentaba el teatro, qué tipología de espectadores estaban presentes en el momento de la emergencia, entre otras.

Podemos afirmar entonces que los códigos no tienen en cuenta el comportamiento humano, ya que asumen datos que se han dado en un incendio en un tipo de edificación específico y se ha extrapolado a todo tipo de edificios (residencial público, hospitalario, educacional…). Porque, ¿algún profesional de la protección contra incendios es capaz de afirmar que un hospital, una residencia de ancianos o una escuela de educación especial se evacua en 2,5 minutos?

Incluso ese mismo Artículo 243 especifica:

Algunas mediciones efectuadas sobre el tiempo necesario para vaciar los teatros en condiciones normales sugieren que, si el auditorio se vacía en 2,5 minutos, no habrá riesgo de pánico en caso de incendio”.

En ese párrafo se asume que, por lógica, superados los 2,5 minutos, la evacuación se convertirá en una especie de locura transitoria de los ocupantes. Y eso, como demuestran estudios científicos, no es así. Además, disponemos de testigos en incendios como el World Trade Center, recogidos por científicos del NIST en el informe Occupant Behavior, Egress and Emergency Communications donde uno de ellos señala:

Un superviviente que estaba en el piso 78 del vestíbulo del WTC 2 y que bajó por las escaleras dijo: la gente mantenía conversaciones generales, parecía tranquila y caminaba a paso firme, sin sensación de pánico”.

 

Por lo tanto, la percepción del riesgo también juega un papel preponderante en el comportamiento humano. No tan solo eso, sino también la influencia social, si las personas van acompañadas o no, si es de día o de noche, cómo es el edificio y un largo etcétera.

 

Como conclusión, podemos decir que redactar ese tipo de normativa no es nada fácil, todo lo contrario. Requiere de un análisis pormenorizado del comportamiento del fuego, de los materiales, de la accesibilidad de bomberos, de la propagación exterior… Es cierto que debemos partir de alguna premisa para poder construir todo un cuerpo legislativo sobre la protección y seguridad de las personas en caso de incendio.

Lo único que debemos tener en cuenta es no asumir ciertos sesgos que pueden no funcionar en otro tipo de edificios para los cuales se configuró la normativa inicialmente. También es recomendable, saber y formar a los futuros gestores de edificios sobre el comportamiento humano y actuar en consecuencia, ejecutando medidas preventivas que pueden girar al entorno de la organización, el diseño del espacio o el simple control de aforo.

 

También debemos insistir y eliminar de nuestro vocabulario técnico la palabra pánico cuando estemos analizando un episodio de incendio. Las redes sociales suelen ser un campo abonado para la no reflexión en estos casos. Todos debemos hacer un esfuerzo para ir cambiando este paradigma y analizar, desde un punto de vista científico, lo que ocurre en ese tiempo tan crucial para salvaguardar la vida de las personas, los animales y el medio ambiente.

 

 

 

Iván Matavera
[email protected]
www.ivanmatavera.com
 

 

 

Profesional y técnico acreditado para la elaboración de planes de autoprotección por la Generalitat del gobierno de Catalunya. Trabaja en el ámbito de la planificación y la gestión de las emergencias desde hace más de 15 años.
Con experiencia laboral en el campo de la protección civil (autoprotección, planes territoriales), informes de evaluación de condiciones de seguridad contra incendio de instalaciones, elaboración y levantamiento de planos en AutoCAD, formación en emergencias y planes de autoprotección, asesoramiento, apoyo y seguimiento en la realización de simulacros, reales o de despacho, entre otros aspectos de la protección contra incendios.
Focalizado también en el comportamiento humano en caso de emergencias, la ingeniería del fuego y el comportamiento del humo y las estructuras.
Actualmente, cursa el Master en Ingeniería y Protección contra incendios en la UNED.

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